Mi sentido permanece. Los gritos de ahí fuera y el ruído de esa interminable ciudad no me deja escuchar las voces que tengo en mi interior que me dicen que siga esa línea hacia ningún sitio. Intento subir la vista hacia el cielo pero las tenues, suaves, débiles, frágiles nubes no me dejan ver las estrellas. Quiero ver pasar mi vida, sentarme en una silla y ver mi futuro al instante, estando sí o no contigo. Ver las circunstancias como un juego, ver los obstáculos como en un libro, con narrador contando lo que te pasará después. Quiero y no puedo. No soy omnipresente, ni siquiera soy imprescindible aquí. ¿Cuál es nuestro objetivo sino el de morir? Mi mirada pierde efecto, ya no relucen los relámpagos en mi iris, los párpados se me caen y siento que duermo, infinito en aquella cuna que mece mis sueños, mis ruínas, mis ambiciones. Me gustaría tener a alguien a mi lado para compartir todo lo que yo siento, gritarle al mundo que estoy aquí, cantarle una canción mientras se duerme a mi lado. Nadie espera nada de mí porque soy un vulgar, soy un nadie en el lugar donde todo el mundo lucha por su sitio, por ser alguien en algo. ¿Qué más da? Nadie me entenderá y me hundiré en esta soledad, rodando desde un infinito agujero hasta un infinito subsuelo. Tengo muchos años pero muchos más me quedan, aunque siento que he desperdiciado todo este tiempo intentando, pretendiendo... Pero, ¿el qué? Y es cuando noto que de pronto, mis párpados de nuevo se cierran para volver a soñar o buscar nuevos sueños, y en mi mente sólo suenan tres palabras, constantes, perseverantes, insistentes, firmes... Bienvenido al mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario